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Rafael Alberti y la Generación Española de 1927

Al morir Rafael Alberti desaparece el último integrante de la Generación de 1927. Para Ortega y Gasset cada generación debe ser portadora de algo inédito y además condicionado por la situación dejada por la anterior, lo que implica un cambio histórico.

Esto puede aplicarse a la denominada Generación de 1927, que reunió a un grupo muy variado de escritores, que hicieron sus planteamientos estéticos con ocasión de celebrarse trescientos años del nacimiento de Don Luis de Góngora y Argot. Nueve años después la guerra civil de 1936 a 1939 cortó de un tajo la cohesión del grupo.

El 19 de agosto de 1936 murió fusilado en su Granada el poeta Federico García Lorca. Durante los tres años de guerra salieron de España rumbo al exilio : Luis Cernuda, Pedro Salinas, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre y Rafael Alberti. En España permanecieron Luis Rosales, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego.

Son tan disímiles los poetas agrupados bajo la denominación de Generación del 27, Que es complejo definir sus estilos y las influencias que recibieron. Era la época de los “ismos” vanguardistas a cuyas tendencias no fueron ajenos. La generalidad se inició bajo el influjo de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, sin que faltara en algunos la huella del romanticismo tardío, encarnado en Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Tampoco escaparon a la de Don Miguel de Unamuno, poeta y filósofo, cuyo carácter vehemente, inconforme y violento encarna el aspecto “donquijotesco” de los españoles.

Versos para el Mar

Rafael Alberti, último exponente vivo de la llamada Generación del 27 y uno de los más grandes poetas españoles del Siglo XX, no consiguió hacer realidad su sueño de alcanzar el próximo milenio. Ayer jueves, poco antes de la una de la madrugada, la muerte lo sorprendió en su casa del Puerto de Santa María, en la bahía de Cádiz, donde había nacido hace 96 años. Un paro cardio respiratorio produjo el deceso.

El cadáver de Alberti fue incinerado ayer por la tarde en la vecina población de Chiclana. No hubo capilla ardiente, él no la quería. Sus cenizas serán arrojadas hoy sobre las aguas atlánticas de la bahía a la que tantas veces cantó. Era su deseo. Uno de los primeros en manifestar por escrito su pésame a Aitana, única hija del poeta y a su viuda María Asunción Mateo , con quien contrajo segundas nupcias en 1990 fue el rey Juan Carlos de España.

Rafael Alberti nació en el Puerto de Santa María (Cádiz) en diciembre de 1902 y falleció en la misma localidad en octubre de 1999 . Obtuvo el Premio Nacional de Literatura con su primer libro de poesía, Marinero en tierra (1925). Entre su extensa obra poética cabeza destacar Cal y Canto (1927), Sobre los ángeles (1928), Sermones y Moradas (1930), Entre el clavel y la espada (1941), Retornos de lo vivo lejano (1945), A la pintura (1948), Roma, peligro para Caminantes (1968), Desprecio y maravilla (1972), Fatigada luz (1980), Versos sueltos de cada día (1982) y Canciones para Altair (1989), Autor de los tres volúmenes de memorias titulados La arboleda perdida (21959, 1987 y 1996), así como de Imagen primera de.... (Seix Barral 1999) y de numerosas obras teatrales, obtuvo el Premio Lenin de la Paz y el Premio Cervantes en 1983 y de Prosas Encontradas (2000).

Rafael Alberti nació en Puerto de Santa María, Cádiz, en 1902. Fue ganador del Premio Cervantes y pertenece a la llamada Generación de 1927. Amigo de Federico García Lorca, como él representa ala poesía andaluza, aunque desde distinto ángulo. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1924 con su libro Marinero en Tierra, editado ese año, de sabor neopopularista, prologado por el mismo Juan Ramón Jiménez, maestro indiscutible de la generación.

Al finalizar la guerra española pasó a Francia y de allí a la Argentina, al Uruguay y a Italia. El popularismo de Alberti, a diferencia del de Lorca deriva de la poesía culta de los Cancioneros y de Gil Vicente. La amante (1925) y El Alba de alhelí (1925-1926) constituyen esta primera etapa, a la que sigue un breve período gongorista, centrado en su libro Cal y Canto (1926-1927). Pero e libro decisivo, que señala a Alberti como uno de los grandes líricos modernos es Sobre los Angeles (1927-1928) Es notable la influencia de la poesía s8imbolista y surrealista, pero la forma cada vez más depurada y los conceptos poéticos son originales. Los Angeles representan los sentimientos del poeta. La angustia del hombre moderno ante el caos de su mundo, su desesperación y su rabio importante se transforman en bellas imágenes de visionario. La libertad formal se acentúa en el libro siguiente, Sermones y moradas (1929).

Su compromiso con la realidad política del momento se inicia con la Elegía Cívica (1929) y constituye el bloque poético de su libro El poeta en la Calle (1936) iniciado en 1931 y en el que trabajó hasta 1935. De un momento a otro (1934–1939) recoge la poesía revolucionario y de guerra de los últimos años de estancia del poeta en España, antes de su largo exilio.

La etapa que corresponde al destierro señala un retorno a cierta serenidad clásica, un detener el ritmo marcadamente humano y comprometido de sus anteriores obras. Se inicia con Entre el clavel y la espada (1941). Existe una insp8ración americana en Pl4amar (1944) y en las Baladas y Canciones del Paraná (1954), con cierto sentido popularista. A la Pintura (1952) es una auténtica obra de artesanía por su técnica y por la calidad de sus versos. Pero donde culmina la inspiración del poeta exiliado es en los Retornos de lo vivo lejano (1948-1956) y en la Oda Marítima (1956) esta última un homenaje a su bahía gaditana. Con posterioridad publicó Abierto a todas horas (1964) Para el teatro escribió El trébol florido, El hombre deshabitado, El adefesio, Noche de guerra en el Museo del Prado, De un momento a otro, con una concepción de la escena esencialmente poética. La arboleda perdida (1940) es un bello libro de memorias y primera de.. (1946) recoge semblanzas de escritores intelectuales contemporáneos.

Balada del que Nunca fue a Granada

¡Qué lejos por mares, campos y montañas!
Ya otros soles miran mi cabeza cana.
Nunca fui a Granada.

Mi cabeza cana, los años perdidos.
Quiero hallar los viejos, borrados caminos.
Nunca vi Granada.

Dadle un ramo verde de luz a mi mano.
Una rienda corta y un galope largo.
Nunca entré en Granada.

¿Qué gente enemiga puebla sus adarves?
¿Quién los claros ecos libres de sus aires?
Nunca fui a Granada.

¿Quién hoy sus jardines aprisiona y pone
cadenas al habla de sus surtidores?
Nunca vi Granada.

Venid, los que nunca fuisteis a Granada.
Hay sangre caída, sangre que me llama.
Nunca entré en Granada.

Hay sangre caída del mejor hermano.
Sangre por los mirtos y aguas de sus patios.
Nunca fui a Granada.

Del mejor amigo, por los arrayanes.
Sangre por el Darro, por el Genil sangre.
Nunca vi Granada.

Si altas son las torres el valor es alto,
venid por montañas, por mares y campos.
Entraré en Granada.

El  Museo del Prado

¡El Museo del Prado! ¡Dios mío! Yo tenía
pinares en los ojos y alta mar todavía
con un dolor de playas de amor en mi costado
cuando entré al cielo abierto del Museo del Prado.

El aroma a barnices, a madera encerada,
a ramo de resina fresca recién llorada;
el candor cotidiano de tender los colores
y copiar la paleta de los viejos pintores,
la ilusión de soñarme siquiera un olvidado
Alberti en los rincones del Museo del Prado;
la sorprendente, agónica, desvelada alegría
de buscar la Pintura y hallar la Poesía,
con la pena enterrada de enterrar el dolor
de nacer un poeta por morirse un pintor,
hoy distantes me llevan y en verso remordido,
a decirte ¡oh Pintura! mi amor interrumpido.

Rafael Alberti