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Visión de Maruja Vieira - Águeda Pizarro Rayo

Por: Águeda Pizarro Rayo

Documento de postulación de Maruja Vieira al Premio Nacional Vida y Obra del Ministerio de Cultura, presentado por el Encuentro de Poetas Colombianas organizado por el Museo Rayo. Sírvase el honorable jurado del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, a través de las palabras de la filóloga Pizarro, conocer la visión de las escritoras de Colombia sobre la obra de Maruja Vieira.

Maruja Viera es ante todo, poeta. Su vida, dedicada a través de diversos cargos institucionales y educativos, importantes a su país, a su comunidad, a sus congéneres, a sus hermanos en la palabra, ha sido vivida desde y dentro de la poesía. Ha sentido en carne propia los acontecimientos históricos de la Colombia donde nació, expresando en versos depurados y certeros su compromiso con esta verdad compleja y dolorosa. Disfrutó y sufrió todo el ciclo vital de una mujer de su tiempo e impregnó sus versos con esta profunda experiencia humana.

La palabra poética es para ella, tanto participativa, solidaria e incluyente, como íntima, contemplativa y personal. Es de la tierra y no de las nubes; es de la mente y del alma y no de la fantasía. Nace del cuerpo interior de una mujer con su corazón latente, y del cuerpo exterior viajero por el tiempo y el espacio.

Las mujeres que escribimos poesía aspiramos a vivir nuestras vidas como ella lo ha hecho. Por ello, por ella toda, Maruja Vieira ha sido un pilar del Encuentro de Poetas Colombianas, al cual se entregó como a todas las empresas de su larga vida. Ofrezco a la Maruja Vieira del Encuentro de Poetas Colombianas como el paradigma de la mujer profesional y comprometida que cumplió con tantas más responsabilidades, sin dejar el antiguo oficio de rapsoda.

A pesar de las dificultades que representaba para una mujer sobresalir en el ámbito literario hegemónico, algunas poetas brillaron tanto que no se les pudo negar su lugar entre los grandes. Para las mujeres asistentes al Encuentro, conocerlas, compartir con ellas, escuchar tanto su obra como la historia de su vida, ha sido fundamental. Su presencia nos empodera y nos permite reconocerlas como precursoras; nos permite vernos en ellas. En el ensayo Almadre (Ediciones Embalaje del Museo Rayo de 1994), se destacan siete de estas mujeres: Matilde Espinosa, Meira del Mar, Maruja Vieira, Mariela del Nilo, Dora Castellanos, Dominga Palacios y Beatriz Zuluaga. El ensayo habla del arquetipo de la anciana en las mitologías y las literaturas. Allí se caracteriza a la poesía de Maruja de la siguiente manera:

La obra poética de Maruja Vieira gira en ruedas concéntricas alrededor de una pérdida, la de su esposo. Decir esto no es en absoluto encasillarla en ninguno de los moldes psicológicos, ni literarios. Sencillamente está ejerciendo el oficio sacerdotal de la mujer desde hace milenios, el de convocar a los muertos. (…) En “Sueño Obsesivo”, regresa el que ha habitado sus palabras desde la muerte: “Estás aquí. / Sonríes. / Sonríes siempre. / Tu cabeza más blanca, / más delgadas tus manos. / Y pienso que es inútil / que gire el calendario./ La vida se detuvo / un domingo de mayo
(Agueda Pizarro Rayo, Almadre, Ediciones Embalaje del Museo Rayo, 1998)

Maruja abre la cámara secreta de su sentir a las mujeres que han experimentado, como ella, la muerte de un ser amado. Nos escribe en un lenguaje admirable por su claridad, su llaneza, su versificación limpia y sus metáforas dicientes.

El diálogo de Maruja Vieira con sus muertos se extiende a través de toda su obra para incluir su conversación con los escritores que alimentaron su imaginación. El libro Sombra del amor, que publicamos en las Ediciones Embalaje del Museo Rayo en julio de 1998, se desarrolla a partir de un epígrafe de Luis Cernuda, poeta español de la generación del 27; uno de los referentes claves en la obra de nuestra poeta. Cernuda dice: “Sólo sé que esta imagen, / viva siempre en mi mente / no eres tú, sino sombra / del amor que en ti existe”.

La generosidad de Maruja Vieira la lleva a escribir una poesía que siempre se entreteje con la de sus contemporáneos, congéneres y amigos. Como para los poetas de la generación del 27, la poesía nace en el habla de los pueblos. Nosotros les debemos a cada uno de nuestros compañeros en el tiempo, y a todos los escritores que hemos leído, la poesía que parece brotar sólo de fuentes propias. La grandeza de su poesía nos muestra cómo el verso de Luis Cernuda opera en su alma para dar a luz su poema Huella: “La huella / de tu mano. / Apenas una gota / de rocío./ Suave trazo / de luz distante y pura. / La huella / de tu mano”. Así nos revela cómo el arte, visto en sus viajes, se compenetra con ella para renacer en poema. En el libro Los Nombres de la Ausencia, los amigos muertos, los artistas, los músicos y los poetas, ocupan el espacio del poema al igual que la misma autora: “Felisa / era de acero, luz y movimiento / como sus esculturas. (“Felisa Bursztyn, París, 8 de enero de 1983). El poema traza en sus letras una de las breves caligrafías de chatarra de la artista, que respira con la poeta en el espacio del poema. Esta extraordinaria humildad y reconocimiento de su cercanía a todos los demás seres humanos, hacen de Maruja Vieira una poeta única, universal e irreemplazable.

Como Maruja Vieira es nuestra porque se entregó a los Encuentros, hago esta solicitud por las mujeres, quienes el año pasado me dieron el mandato. Sin embargo, no es sólo nuestra, su hoja de vida es estelar. Cabe mencionar y celebrar algunos de sus logros. En sus noventa años de vida ha sido siempre defensora de los derechos humanos, sobre todo los de la mujer. Recibió en 2004 el Premio Mujeres de Éxito en la categoría Arte y Cultura, en reconocimiento a su labor. Ha trabajado siempre promoviendo el arte, la música y la poesía dondequiera que estuviera laborando. Así, cuando trabajaba en el sector privado, con Jaime Glottman como jefe de relaciones públicas, gestó un ciclo de conciertos que se volvieron famosos. Se le han confiado altos cargos, como el de directora de relaciones públicas del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), y del Servicio Nacional de Empleo, y el de jefe de comunicaciones del Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura), por su transparencia, su eficacia, su dedicación y su entrega. En cualquier lugar que haya vivido (Manizales, Popayán, Cali, Bogotá y Venezuela), ha dejado su huella a través del periodismo y la docencia. Ha sido catedrática en las Universidades Central y de La Sabana de Bogotá, editora de la revista Guión, y columnista en periódicos colombianos y venezolanos.

Tanto los sitios en los cuales vivió, como los amigos que en ellos encontró, perviven en su poesía. En cada una de aquellas ciudades ha sido reconocida con diversos galardones.  Aunque sus recuerdos de Venezuela son gratos y desempeñó allí un papel de difusora cultural en sus programas de radio, y como columnista en periódicos, Maruja se siente colombiana hasta la médula. El dolor del exilio vivido durante varios años en Venezuela, después del 9 de abril, llega a ser una metáfora del duelo por su querido esposo en el poema “Exilio 1980” de Sombra del amor:

Mi patria
eran tus manos,
tu mirada,
el suave calor
de tus labios.

Ya no tengo tu hombro
para mi cabeza rendida,
no tengo nada.

Veinte años de exilio,
amor mío,
veinte años sin patria.

Una mujer íntegra, nunca vaciló en sus convicciones, ni perdió de vista su compromiso con la humanidad.
Maruja Vieira, ejecutiva, funcionaria pública de alto rango, profesora universitaria, gestora cultural, fue siempre y ante todo, poeta. Por ello parece más que justo que hubiera recibido la Orden Gabriela Mistral, poeta que, como ella, se dedicó al servicio de la humanidad, siempre desde su obra poética. Como Gabriela Mistral, Maruja Vieira representa a su país ante el mundo. Es miembro numerario de la Academia Colombiana de la Lengua y correspondiente de la Real Academia Española. Fue Secretaria del PEN Club Internacional. Ha publicado trece libros de poemas y uno de prosa, traducidos a varios idiomas. La calidad de estas obras le aseguró esos honores, como sus poemas le aseguraron a Gabriela Mistral el primer Premio Nobel para un escritor latinoamericano.

Lo que se dice aquí es poco. Necesitamos seguir escuchando la poesía de Maruja Vieira, tomar de allí el hilo de la araña que teje el tiempo nuestro. La realidad de muchas mujeres de su edad es que nunca pueden llegar a la epifanía de la mariposa, la anciana del ciclo de la metamorfosis. Sus alas nunca marcan el aire con los signos de color y de sombra que escribe la vida en ellas. Por ello, las mujeres poetas de toda Colombia queremos que Maruja Vieira reciba en éste, su momento de plenitud, el Premio Nacional Vida y Obra del Ministerio de Cultura.
Expresó con humor en un poema sobre sus 85 años, su actitud hacia la etapa de la vida que ha alcanzado:

Pero seguimos descaradamente vivos
y no son nuestros ojos,
es la luz que se debilita cuando queremos leer
y no son nuestros oídos,
es la voz de los otros que no tiene sonido.
Son las calles que se han vuelto
demasiado largas y las escaleras demasiado altas.

Pero seguimos descaradamente vivos
y algunos afortunados tenemos
una ventana por donde entra el sol de la tarde
y una voz muy amada que nos llama.

...La voz amada que la llama es una multitud de poetas que la reclaman y le desean vida y más vida en la poesía.

Águeda Pizarro Rayo

Directora Encuentros de Poetas Colombianas
Directora Museo Rayo
Presidenta Fundación Museo Rayo

Águeda Pizarro Rayo. Nació en Nueva York en 1941. Hija de Miguel Pizarro, profesor y diplomático español y de Gratiana Oniçiu, filóloga rumana. Estudió Artes, Literatura Francesa y Filología Romana, y obtuvo el doctorado en la Universidad de Columbia en 1974. Ha escrito ensayos sobre arte y poesía. Su obra y su tarea como gestora cultural, como directora del Museo Rayo y gestora de los Encuentros de Mujeres Poetas de Roldanillo, le han valido el reconocimiento general y un sitio en la poesía colombiana. Entre sus libros, por solo nombrar algunos, se encuentran: Aquí beso yo (1969); Labio adicto (1972); País Piel (1987); Eros (1987); Sara (1987); Soy Sur (1988); Sobraventadora (1979); Sílaba nómada (1984); Al no ir (1988).