Fiesta Fallera en Valencia
En cuanto pasa la Navidad, las vitrinas de Valencia, en el Levante español, se colman de abigarrados y brillantes elementos que están destinados a los trajes de las falleras, Faldas, manteletas, mantellinas, peinetas, collares, pendientes, lazos…
Desde las más pequeñas hasta las más ancianas, todas se aprestan para estar bellas en el mes de marzo, cuando se aproxima la primavera y Valencia se involucra en el prodigioso ritual del arte del fuego que son las Fallas, las Fallas de San José, que culminan el 19 de marzo, porque tuvieron su origen en el gremio valenciano de los ebanistas y carpinteros.
Fiesta de Mujeres
Los hombres participan también, pero en segundo plano. Visten los trajes típicos de la Comunidad Valenciana, negros, ajustados al cuerpo, con medias blancas y chaquetas cortas. Pero son las mujeres las que lucen su garbo en estas fiestas. Las preside la Fallera Mayor, que ha sido proclamada en enero y presentada y exaltada en febrero, mediante una reñida elección, en la cual cada comisión de Falla tiene su respectiva representante. Ella proclama al lado del Alcalde Mayor de la ciudad, la iniciación de la fiesta, el primer domingo de marzo, desde las Torres de los Serranos, murallas medievales que son con el “Miguelete”, la torre campanario de la Catedral, símbolos de la bella ciudad del Rey Don Jaime.
Porque desde las crónicas de Jaime I El Conquistador (1208-1276), se sabe que se hacían “fallas” en Valencia, para conmemorar alguna fiesta o acontecimiento solemne. El término viene del léxico mozárabe valenciano y significa “hoguera”.
Tomaron auge en el siglo XV, cuando los carpinteros y ebanistas quemaban las virutas y residuos inútiles de sus talleres, al terminar el invierno, y hacían grandes hogueras en honor de su patrono San José.
Vida y muerte del “Ninot” Fallero
Después fabricaron muñecos de paja, como espantapájaros que se quemaban al son de las bandas de música. De ellas hay en cada cuadra, porque Valencia es una ciudad musical. Aún hoy, la diversión principal de los chicos es formar bandas y tocar, en los puentes y en los parques.
Los muñecos fueron tomando más auge (Pasto en nuestro país heredó la tradición) y se fueron convirtiendo en verdaderas obras de arte, arte popular que refleja las inquietudes, la críticas, las carencias y el humor, ese humor cáustico con el que el pueblo percibe lo que pasa a su alrededor y más allá, en el mundo.
El primer sábado de marzo sale por las calles de Valencia la cabalgata del ninot, desfile de disfraces humorísticos, formando comparsas cómicas y satíricas. De los pueblos valencianos llegan carrozas y grupos folclóricos. Oleadas de visitantes empiezan a colmar las calles, las plazas, los parques de Valencia, tan inolvidablemente hermosos.
El 15 de marzo termina la instalación de los “ninots”, que permanecerán a la vista del público durante cuatro días mientras desfilan por la ciudad los falleros, con sus brillantes trajes folclóricos y la alegre compañía de las bandas de música. Hay corridas de toros, verbenas de baile y la fiesta diaria, que culmina tomando buñuelos, acompañados de chocolate caliente.
La noche del fuego
Todas las noches hay juegos pirotécnicos, pero es el 19 de marzo a las 12 en punto cuando se queman los muñecos, exceptuando aquel que, por votación popular, se salva y va al Museo Fallero. Es una extraña y profunda simbología de lo perecedero de las glorias humanas, la que hace decir a los valencianos que “una falla solo es realmente falla cuando prende en llamas”.
Antes de la quema – dicen - sólo es un proyecto de falla. Un proyecto que ha ocupado durante un año las manos y las mentes de numerosos artistas y trabajadores, hombres y mujeres, sin hablar del costo que cada “ninot” representa.
Las llamas tienen para los valencianos una doble misión: celebrar la llegada de la primavera, y simbolizar la depuración de todo lo malo.
Cuando los “ninots” arden, se destruyen los defectos que los muñecos satirizan. Es así como, los habitantes del Reino de Valencia celebran la llegada del equinoccio de primavera. Esa noche, dos mil personas, provistas de agua, mangueras y vehículos, vigilan la quema de las 370 fallas.
Y como sucede en España, el 20 de marzo por la mañana no habrá en las calles ni rastro de la ceniza, ni siquiera una mancha en el asfalto. Y los falleros empezarán a reunir de nuevo el material pirotécnico, el barro, la escayola, el cartón y la madera que servirán de ofrenda al dios del fuego, en los rituales de primavera.