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José Eustasio Rivera

Dora Castellanos (Bogotá, 1924) fue la primera mujer elegida Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, en 1978 cuando apenas accedían a las Academias de España y Francia las escritoras Carmen Conde y Marguerite Yourcenar. Hoy es Individuo de Número y Miembro Correspondiente Hispanoamericano de la Real Academia Española. Ella abrió el camino para que, en la actualidad, la Academia Colombiana sea la que mayor número de mujeres tiene, en el mundo de las lenguas romance. En la actualidad son diez, cinco de número y cinco correspondientes.

No estaba loco, dijo el médico. Apenas parecía un poco poeta. ¿No es una poética locura creerse río? Ese río reflejó en su espejo la angustia de los caucheros explotados, la majestad de la selva innumerable, la mirada inexpugnable de los verdaderos señores de la tierra.

El Vaupés y José Eustasio Rivera están unidos para siempre. No sólo el Vaupés de La Vorágine sino otro, el del río. Para comprender a Rivera es necesario navegar una tarde por las anchas aguas del rio, mientras el sol se pone en el horizonte y al paso de la lancha, surge una danza de estrellas-. El río está grávido de luz, que brota de sus entrañas y despliega sobre la superficie una danza encantada, mágica.

Rivera (1889-1928) inicia su carrera literaria con los sonetos clásicos de Tierra de Promisión, para desembocar en el barroco que impera en La Vorágine. El escritor mexicano Juan Rulfo no es el único ejemplo de alguien que eterniza su nombre con dos obras apenas. José Eustasio Rivera se universalizó con Tierra de Promisión y La Vorágine. Especialmente con este libro, que tuvo repercusiones tan profundas que muchos no vacilan en atribuir la muerte del escritor a los 39 años a una venganza de los magnates del caucho.

Numerosas inteligencias juveniles, que giran alrededor de la luz mayor de docentes excepcionales, reviven diariamente la memoria del poeta y novelista, en el Colegio José Eustasio Rivera de Mitú, la sorprendente capital del Vaupés. Un puente de estrellas nace en el río y está siempre cerca de la memoria y el corazón. El soneto que sirve de prólogo a Tierra de Promisión sólo puede vivirse de verdad cuando brotan del río las estrellas que danzan en el atardecer majestuoso del Vaupés-.