Poesía de Amor y Tiempo. Vicente Aleixandre
La muerte del poeta español Vicente Aleixandre, laureado con el Premio Nobel de Literatura en el año 1997, ha traído a mi memoria un inolvidable y grato encuentro.
Aunque las entrevistas, por fuerza de costumbre, acaban convirtiéndose en rutina para el periodista, y los rostros y las frases de quienes un día fueron noticia son a menudo tan efímeros como la actualidad del periódico en el cual escribimos, que hoy se lee y mañana se tira, hay sin embargo personajes que se nos quedan grabados con caracteres indelebles, como aquellos a quienes la fama les llega por derecho propio, sin buscarla y aún sin esperarla, como una consecuencia lógica pero jamás como una meta y que, conscientes de haberla alcanzado por haber sido fieles a su vocación, no han dejado de ser ellos mismos.
Me alistaba para viajar al exterior, cuando me dijo un día Maruja Vieira: “Si vas a Madrid hazle un reportaje para mi programa de radio Mundo cultural A Vicente Aleixandre, el poeta más grande que tiene hoy España. Dile que en Colombia conocemos y admiramos su obra. Se lo prometí.
La noche que llegué a su casa del barrio Velintonia, de Madrid, en compañía de la escritora Elisa Mújica, estaba tremendamente nerviosa. Me iniciaba, apenas, en el periodismo, y la perspectiva de entrevistar a una personaje catalogado como el número uno dentro del panorama de la poesía española, me inquietaba.
Una criada nos recibió los abrigos y nos hizo seguir a una pequeña sala de recibo, débilmente iluminada por una lámpara de mesa y el fuego de la chimenea, imprimiéndole al recinto un ambiente acogedor. Era un once de octubre y afuera llovía copiosamente.
A los pocos minutos bajó el poeta. Su atuendo informal –una bata de paño escocés y pantuflas- el fuerte y cálido apretón de manos y una amplia sonrisa en su rostro de ojos pequeños, claros, vivaces, fueron suficientes para descubrir que nos hallábamos ante un hombre cordial y extrovertido.
“No tomes apuntes”
No hubo necesidad de cortar el hielo con preguntas de cajón, porque fue él quien comenzó a interrogar: ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿Qué haces? ¿Por qué viniste?. Sus conocimientos sobre la realidad Colombiana eran sorprendentes. Habló
con propiedad acerca de nuestra situación política y económica. “No quiero que tomes apuntes, me dijo. Prefiero que conversemos, simplemente.” Y nos ofreció una copa de vino tinto.
“Tengo muchos y buenos amigos en vuestro país –manifestó-. A varios de ellos no los conozco personalmente. Germán Pardo García, Roberto García Peña... parece que tengo allá bastantes lectores pues la prensa Bogotana me pide con frecuencia colaboraciones.
¿Vuestro mejor poeta? Eduardo Cote Lamus. Fuimos buenos amigos cuando vivió aquí en Madrid. Me apego mucho a las personas y me apena no volver a verlas. A Maruja Vieira no la he visto jamás, pero he leído y la admiro profundamente. ¿La conoces? ¿Cómo es ella?
Al calor de aquellas copas, el poeta estaba eufórico.
“Mi producción literaria no es muy abundante –manifestó-. Escribo despacio y he publicado mis libros de decena en decena. Yo diría que los de las madurez han sido: “La destrucción del amor”, “Historia del corazón” y “Sombra del paraíso”.
A los 18 años
“Comencé a escribir a los 18 años. La afición por la poesía se me despertó cuando leí por primera vez a Rubén Darío, por allá en 1917. Su lectura fue para mí el deslumbramiento, la revelación. Me entusiasmé tanto que seguí leyendo a los poetas que me faltaban y comencé a escribir con ilusión, pero con timidez. Temía que mis poemas no tuviesen ningún valor.”
- Qué lo decidió a publicar sus primeros versos?
“No fui yo quien lo hizo. Unos amigos leyeron mis papeles y se llevaron algunos poemas sin consultarme, cuando un día cualquiera los vi publicados en la Revista Occidente. Desde entonces ya no tuve más miedo de enfrentarme con la opinión pública”.
-¿Cuáles han sido sus mejores fuentes de inspiración?
“El amor y el tiempo. Mi poesía es un continúo seguir siendo...”
-¿Por qué no se casó?
“Porque ella no quiso. La conocí siendo todavía mozo. Era mayor que yo. Durante la guerra no volvimos a saber el uno del otro. Pasaron varios años sin verla, pero yo sentía que estaba viva y la esperaba. Hasta que un día volvió. Y nos seguimos amando. Aquello fue muy hermoso”.
-¿Entonces sus poemas de amor tienen nombre propio?
“Casi siempre”.
Miedo al avión
- ¿Cuándo piensa viajar a Colombia?
“Viajar a Colombia! ¿Sabes que esa es mi pesadilla? Quisiera ir, pero me mantengo en una eterna lucha entre mi indecisión y mi deseo. Por un lado, mi salud, que no me lo permite. Por otro, el viaje. Demasiadas horas en un avión”.
Elisa le pidió que nos hablara de su última obra, “Los encuentros”. “Son semblanzas –respondió- de escritores a quienes conocí personalmente. Pardo Bazán, Azorín, Unamuno y Pérez Galdós”.
Aleixandre se refirió al tiempo, al amor, a los poetas. “El poeta debe evolucionar su vida con su arte. Yo no creo que ha habido poetas jóvenes malogrados, si todavía los recordamos; al morir ya habían dado lo mejor de sí. Yo siento el paso del tiempo.
Es algo tan importante para mí, que en cualquiera de mis libros encontraréis una ilusión a él. Muchas mujeres han inspirado mis poemas, pero por sobre todas ellas hay una...una especial, diferente, que ha sido el gran amor de mi vida”.
Abrí al azar su libro “Historia del corazón” en el cual acababa de poner su firma, con una breve pero expresiva frase. Y me encontré con un poema que Aleixandre había escrito inspirado, posiblemente, en aquella mujer especial:
“Amor mío, amor mío
Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo.
Y acaba de irse aquella que nos quería.
Acaba de salir. Acabamos de oír cerrarse
la puerta.
Amor mío...