Luz y Memoria de Juana De Ibarbourou
Luz y Memoria de Juana De Ibarbourou
El 16 de julio de 1979, ondeaban a media asta las banderas uruguayas en Montevideo. Un coche tirado por caballos blancos se dirigía lentamente al cementerio de El Buceo, donde iba a reposar para siempre una frágil anciana octogenaria, cuya perdurable obra poética se había iniciado sesenta años antes, cuando en 1919 apareció un libro titulado Las Lenguas de Diamante, firmado por Juana de Ibarbourou.
Las exequias se realizaron en el mismo Palacio Legislativo donde, el 10 de agosto de 1929, se la había proclamado “Juana de América”, ante una multitud de más de diez mil personas, en acto solemne presidido por el venerable poeta romántico uruguayo Juan Zorrilla de San Martín y el gran pensador mexicano Alfonso Reyes.
Aunque las antologías, los diccionarios, las enciclopedias y las historias de la literatura afirmen insistentemente otra cosa, la verdad es que parece que Juana Fernández Morales no nació en el año de 1895. El acucioso investigador Jorge Pickenhayn propone el año de 1892, basándose en el Acta No. 49 del Registro Civil de Melo, capital del Departamento de Cerro Largo en la República Oriental del Uruguay. Es así que parece que el centenario celebrado en 1995 por todo el mundo de las letras hispánicas, podría llamarse un centenario apócrifo, sin que esto en asoluto demerite la obra de la ilustre poeta uruguaya.
Ayer y Hoy en la Poesía de Juana de Ibarbourou
Los primeros veinte años del siglo XX, marcaron en el Cono Sur la aparición sucesiva de Delmira Agustini, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou. La asombrosa coincidencia de esta constelación poética femenina iluminó el camino de otras mujeres de Hispanoamérica que, orientadas por ellas, dieron a su quehacer literario y creativo una entidad que ya no es posible desconocer ni eludir.
Eran, sin duda, otros tiempos. La poesía y los poetas llegaban al alma de las multitudes. El Modernismo, cuyo máximo gestor Rubén Darío había muerto en 1916, comenzaba a ceder terreno ante el ímpetu de los “ismos” (ultraísmo, surrealismo y creacionismo) que revolucionaron el arte y la literatura después de la Primera Guerra Mundial. En esa época, conocida como el “Posmodernismo rioplatense” se encasillan los nombres de Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou. En cuanto a Gabriela Mistral, a la chilena inmensa le debió la América Hispana su primer Premio Nobel en noviembre de 1945.
Las numerosas mujeres jóvenes que hoy escriben poesía, conocen poco a Gabriela Mistral y a Juana de Ibarbourou. Se identifican mejor con Alfonsina Storni, cuya poesía valerosa y desafiante tiene mayor vigencia. Pero las escritoras que surgimos en Colombia en la década de los años 40, como Meira Delmar, Dora Castellanos y quien les habla, alcanzamos a percibir el luminoso impacto de la palabra cristalina de Juana de América.
Meira Delmar recibió directamente, por via epistolar, la orientación y el consejo de la gran uruguaya. El resultado está visible en su poesía maravillosa, cincelada en materias eternas. Como ella muchos poetas en América, hombres y mujeres, que iniciaban su obra en aquel tiempo, recibieron el dulce magisterio que la autora de Las Lenguas de Diamante y Raíz Salvaje ejercía desde su casa de Montevideo, junto al mar.
En esa casa (Anphion) habitó hasta 1950, cuando llegaron para ella tiempos duros de soledad y angustia. En 1942 había muerto el Mayor Lucas Ibarbourou, con quien se casó cuando era un joven, culto y apuesto capitán, el 18 de junio de 1914. El apellido Ibarbourou significa, según lo explica Don Miguel de Unamuno “cabecera de valle”. Por deletrearse en este caso con el fonema “ou” se supone que el hombre amado por Juana de Ibarbourou descendía de vascos franceses. Vivieron varios años en puestos militares en Canelones, Rocha, Rivera y Tacuarembó. Tuvieron un único hijo: Julio César. En 1918 se trasladaron a Montevideo. Allí en 1919 apareció el libro Las Lenguas de Diamante, prologado por Manuel Gálvez, notable novelista argentino.
El éxito de este primer libro fue arrollador. Después aparecieron El Cántaro Fresco (prosa lírica) y Raíz Salvaje (poesía) en 1920 y 1922 respectivamente. Antes de publicar nuevos libros de versos o prosa lírica editó, obedeciendo a su intrínseca vocación docente, Páginas de Literatura Contemporánea y Ejemplario, que el Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal del Uruguay adoptó como textos de literatura escolar.
Después de su consagración como Juana de América publicó la poesía, para aquel entonces singular, de La Rosa de los Vientos. Simultáneamente apareció en Madrid una antología en las bellas ediciones de Editorial Cervantes, en su colección “Las mejores poesía líricas de los mejores poetas.”
En una conferencia de 1962 se dolía Juana de Ibarbourou de que sus libros, a partir de La Rosa de los Vientos, no habían llegado, como los anteriores, al alma de las multitudes y no obtenían el mismo fervor de la crítica que los tres primeros. En 1934 publicó Los Loores de Nuestra Señora y Estampas de la Biblia, libros que dan fe del acendrado cristianismo de la autora. Su obra, por la dulce sensualidad pagana de Las Lenguas de Diamante y Raíz Salvaje ya había sido catalogada, junto con la de Delmira Agustini, como prototipo de poesía erótica.
Años de Honores
Entre Los Loores de Nuestra Señora, Estampas de la Biblia y Chico Carlo hay diez años de una verdadera lluvia de honores, que desciende torrencialmente sobre los delicados hombros de esta fina y bella mujer. La Medalla de Instrucción Pública de Venezuela, La Medalla de Oro de Francisco Pizarro del Perú, la Orden del Cóndor de los Andes de Bolivia, La Orden del Sol del Perú...
Chico Carlo obtuvo el Premio y Medalla de Oro del Ministerio de Instrucción Pública del Uruguay. Estas páginas, que cuentan con lenguaje puro, sencillo y transparente, la infancia de la autora en Cerro Largo le devuelven el fervor de la crítica. El libro fue comparado con “Corazón” de Edmundo de Amicis y con “Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez.
Posteriormente recibe Juana de Ibarbourou la Orden del Crucero del Sur del Brasil y aparece otro libro de literatura infantil Los Sueños de Natacha, escrito para la hija del polígrafo dominicano Pedro Henríquez Ureña. El Presidente Amézaga adquiere para el Estado uruguayo los derechos de propiedad literaria sobre el conjunto de sus libros editados y tres inéditos. Estos libros fueron, una vez más, publicados en bella edición en 1992 por el Instituto Uruguayo del Libro.
Publicó luego Roosevelt, Sarmiento y Martí, biografías para uso escolar. Después de recibir la Cruz de Comendador del Gran Premio Humanitario de Bélgica se incorpora a la Academia de Letras del Uruguay, correspondiente de la Real Academia Española.
En 1950 aparece un poemario de honda y serena tristeza: Perdida. Entonces abandona su casa junto al mar, que fue vendida a la embajada de Bélgica. Estaba sola, sola con su hijo. Su madre había muerto en 1949. Tuvo que irse a vivir a otro sitio, donde el asfalto y el cemento le cerraban el horizonte.
En mayo de 1953 es proclamada Mujer de las Américas por la Unión de Mujeres Americanas de Nueva York. Viaja a los Estados Unidos, donde cumple su sueño de conocer las cataratas del Niágara, prodigio de la naturaleza que inspira bellas páginas de su prosa dulce y exacta.
Luis Eduardo Nieto Caballero, fiel amigo suyo, había conseguido que Juana de Ibarbourou fuera nombrada Agregada Cultural de la Embajada de Colombia en el Uruguay, cargo que desempeñó por algún tiempo, sin que haya sido posible establecer los motivos por los cuales se retiró. La gran uruguaya tuvo muchos amigos epistolares en Colombia. Entre ellos y además de Baldomero Sanín Cano y Luis Eduardo Nieto Caballero, sostuvo largo tiempo correspondencia con los esposos poetas Juan Bautista Jaramillo Meza y Blanca Isaza, tesoro epistolar que guardan los archivos de la Revista Manizales, tanto tiempo dirigida por Aída Jaramillo Isaza.
El Ecuador le entrega la Orden Eloy Alfaro, en tanto que Editorial Losada de Buenos Aires publica un nuevo libro: Azor. Aguilar de Madrid edita por primera vez sus Obras Ccompletas, compiladas por Dora Isella Russell y prologadas por Ventura García Calderón. El 10 de diciembre de 1954, en la solemne sesión de clausura de la VII Asamblea General de la UNESCO realizada en el Palacio Legislativo de Montevideo, se le rindió homenaje por parte de los delegados de los setenta y dos países concurrentes, por moción de la delegación colombiana presidida por Rafael Bernal Jiménez.
Al año siguiente aparecen los Romances del Destino, que obtuvieron el Premio Bellas Artes de Cultura Hispánica. En Chile se publica Oro y Tormenta y en 1956 aparece en Buenos Aires Canto Rodado (lecturas para escolares). En 1959 recibe el Premio Nacional de Literatura, que se otorga por primera vez en el Uruguay y poco después, en 1960, se la designa Académica de Honor, sillón provisto por primera vez en la Academia de Letras del Uruguay.
Siguen apareciendo antologías y reediciones aumentadas de las Obras Completas. Se bautizan con su nombre otras calles, otras plazas, otras escuelas... Se la traduce al inglés, al francés, al sueco, al italiano, al hebreo. Chico Carlo se publica para los ciegos en escritura Braille. En Villanueva de Lorenzana, la remota e ignota aldea de Galicia donde en agosto de 1851 nació Vicente Fernández, se inaugura una biblioteca con los nombres del padre y la hija.
Los Años Últimos
En 1967 la Universidad de Puerto Rico publica Elegía, un libro dedicado totalmente a la memoria de Lucas Ibarbourou:
¿Y ahora qué hacer?
Caídos los dos brazos
rodeada de crepúsculo y de bruma
extraviada en la ruta, sin el vivo
redoble del alisio entre la espuma.
Siguen La Pasajera, Diario de una Isleña, Mis Amados Recuerdos, Angeles Pintados... Prosa poética, cuentos y semblanzas y una recopilación cuidadosa, amorosamente orientada por la gran lírica uruguaya Dora Isella Russell, una selección por temas que publica Cultura Hispánica de Madrid. Juana de Ibarbourou tocó en su obra todos los temas humanos: el amor, la naturaleza, la soledad, la noche, el tiempo, la melancolía, la muerte, la paz y la guerra.
Su obra se difundió por el mundo. Pero en sus últimos años Juana de Ibarbourou se recluyó en su casa de Montevideo. Un gran silencio la envolvió hasta el dia de su muerte, cuando el gobierno uruguayo dio a sus funerales la solemnidad que merecían. Este ensayo, busca revivir la memoria de la belleza de la obra en verso y prosa, de la mujer que fue consagrada en su momento por los más grandes críticos y escritores de la época. Al recordarle se cumple con el más grato de todos los deberes: el agradecimiento para quien pobló y sigue poblando de belleza nuestro espíritu.
Bibliografía
- Juana de Ibarbourou, Obras Completas. Palabras preliminares de Ventura García Calderón. Compilación, anotaciones y noticia biográfica por Dora Isella Russell. Madrid, Aguilar, 1953, primera edición. Edición consultada: 1968
- Arsinoe Moratorio, Mujeres del Uruguay. Montevideo, Editorial Independencia, 1946
- Carmen Conde, Once Poetas Américo Hispanas, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1967
- Dora Isella Russell, Antología Poética, recopilación selectiva, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1970.
- Evelyn Urhan Irving, Escritoras de Hispanoamérica, Bogotá, Siglo XXI Editores, 1990
- Jorge Arbeleche, Estudios Críticos, Buenos Aires, Losada, 1977.