Mujeres que Amaron a Neruda
Mujeres que Amaron a Neruda
Este no es más que un pretexto para volver a la obra poética de Pablo Neruda. Para hablar de él y de algunos de los seres femeninos que rodearon su vida, especialmente Delia del Carril Iraeta, una mujer excepcional por ella misma , sobre quien ya se han publicado dos libros: “Todo debe ser demasiado” de Fernando Sáez y “Una Hormiga pinta caballos” de Virginia Vidal.
Rosa y Trinidad
Neruda fue un gran amoroso y la mujer siempre estuvo en su entorno. Menos una, Rosa Basoalto. En “El Río Invisible” le habla en el poema “Luna”:
Cuando nací mi madre se moría
con una santidad de ánima en pena.
Era su cuerpo transparente. Ella tenía
bajo su carne un luminar de estrellas
El hijo escribió unos “Humildes versos para que descanse mi madre”:
Madre mía he llegado tarde para besarte,
para que con tus manos puras me bendijeras,
ya tu paso de luz iba extinguiéndose
y habías comenzado a volver a la tierra.
Pediste poco en este mundo, madre mía.
Tal vez este puñado de violetas mojadas
está de más entre tus dulces manos
que no pidieron nada.
De Rosa Basoalto dicen quienes la conocieron que “se sumía en la lectura como quien tomara un barco que la llevara a otra parte” Fue maestra rural en Parral. Se casó a los 38 años con José del Carmen Reyes y murió a los dos meses del nacimiento de su hijo.
Dos años después de la muerte de Rosa Basoalto, el padre de Neruda se casó en Temuco con Trinidad Candia Marverde. Es “la siete veces buena” como la denomina Volodia Teitelboim, la Mamadre del poeta, que inventó esta palabra para ella, porque no quiso nunca llamarla “madrastra”. Era “la santidad vestida de pobre trapo oscuro, la santidad más útil, la del agua y la harina”, “dulce como la tímida frescura/del sol en las regiones tempestuosas,/como una lamparita menuda”. Un día se fue “al pequeño ataúd/donde por vez primera estuvo ociosa/bajo la dura lluvia de Temuco”.
Laura Reyes
La presencia de Laura Reyes al lado de Pablo Neruda surge en “Crepusculario”, en el poema fraterno:
Hoy, que es el cumpleaños de mi hermana, no tengo
nada que darle, nada, no tengo nada, hermana.
Todo lo que poseo siempre lo llevo lejos.
A veces hasta el alma me parece lejana.
Pobre como una hoja amarilla de otoño
y cantor como un hilo de agua sobre una huerta,
los dolores, tú sabes cómo me caen todos
como al camino caen todas las hojas muertas.
Mis alegrías nunca las sabrás, hermanita,
y mi dolor es ese, no te las puedo dar.
Vinieron como pájaros a posarse en mi vida,
una palabra dura las haría volar.
Pienso que también ellas me dejarán un día,
que me quedaré solo como nunca lo estuve.
¡Tú lo sabes, hermana, la soledad me lleva
hasta el fin de la tierra como el viento a las nubes!
¡Pero para qué es esto de pensamientos tristes!
A ti menos que a nadie debe afligir mi voz.
Después de todo nada de esto que digo existe.
¡No vayas a contárselo a mi madre, por Dios!
Uno, no sabe cómo, va hilvanando mentiras
y uno dice por ellas y ellas hablan por uno.
Piensa que tengo el alma toda llena de risas
y no te engañarás Hermana ¡te lo juro!
Los Amores Juveniles
Teresa Vásquez y Albertina Azócar (Marisol y Marisombra) son los más conocidos amores juveniles del poeta. A ellas – y a otras que sería largo enumerar- se deben los poemas de amor que están en la memoria y el corazón de todos.
La presencia de Albertina duró mucho tiempo en su vida. Además de Teresa y Albertina se menciona a María Parodi y se la hace destinataria del Poema 19:
Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos y tu
boca que tiene la sonrisa del agua.
Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras
de la negra melena, cuando estiras los brazos.
Tú juegas con el sol como con un estero
y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.
Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca,
Todo de ti me aleja, como del mediodía.
Eres la delirante juventud de la abeja,
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.
Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.
Mariposa morena dulce y definitiva,
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.
A la silenciosa Albertina, indudablemente le escribió el Poema Quince:
Me gustas cuando callas, porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma,
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante,
y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos y mi voz no te alcanza,
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada,
tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,/distante y dolorosa como si hubieras muerto./Una palabra entonces, una sonrisa bastan/y estoy alegre, alegre de que no sea cierto./
Para Teresa Vásquez (Marisol), en la repartición que hacía el propio Neruda, es el Poema Tres:
Ah, vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta.
En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye
como tú lo desees y hasta donde tú quieras.
Márcame mi camino en tu arco de esperanzas
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú, con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.
Ah! tu voz misteriosa que el amor ciñe y dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
Así, en horas profundas sobre los campos he visto
doblarse las espigas en la boca del viento.
Josie Bliss
Desde Residencia en la Tierra hasta Memorial de Isla Negra, perdura la huella que dejó en la vida, en la memoria y en la obra de Neruda aquella tempestuosa mujer birmana, celosa, furiosa, torrencial.
Neruda vivió cinco años en el Oriente. En 1927, a los veintitrés de edad, fue nombrado Cónsul de Chile en Rangún. Allá se encontró con Josie Bliss, una muchacha de vida turbulenta y misteriosa. Dice Neruda en sus Memorias:
“Se vestía como una inglesa y su nombre en la calle era Josie Bliss, pero en la intimidad que pronto compartí, se despojaba de aquel las prendas y de aquel nombre para usar su deslumbrante "sarong" y su nombre birmano.”
¿Cuál sería el nombre birmano de Josie Bliss? A ella le escribió Neruda el Tango del Viudo de Residencia en la Tierra. El idilio duró unos meses apenas. Josie era tan furiosa y celosa que llegó a amenazar de muerte a su joven amante. Por suerte -dice Neruda- recibí un mensaje oficial que anunciaba mi traslado a Ceilán...
Al dejar Rangún y a Josie Bliss, en el barco que se sacudía en el oleaje del Golfo de Bengala, escribió Neruda el Tango del Viudo:
Cuánta sombra de la que hay en mi alma
y qué amenazadores me parecen
los nombres de los meses
y la palabra invierno,
qué sonido de tambor lúgubre tiene.
Iba a recobrarla más pronto de lo que pensaba. “Inesperadamente mi amor birmano, la torrencial Josie Bliss, se estableció frente a mi casa. Había viajado hasta allí desde su lejano país. Desde la puerta de enfrente se dedicó a observar y luego a insultar y agredir a cuanta gente me visitaba, consumida por unos celos devoradores, al mismo tiempo que amenazaba con incendiar mi casa.”
Fue necesario que partiera. Muchos años más tarde, en Isla Negra frente al mar y el vuelo de los cormoranes, única cruz que el poeta quería sobre su tumba, Neruda nombró a todos sus amores: Terusa (Teresa Vásquez), Rosaura (Albertina Azócar), Josie Bliss, Delia del Carril. Ya no era necesario ocultar el nombre de la destinataria de Los Versos del Capitán porque Matilde Urrutia fue su último, definitivo y gran amor.
Cuando se hable de Matilde, de Delia "La Hormiguita", de Teresa-Terusa, de Rosaura-Albertina habrá que seguir preguntándose, con las palabras de Neruda en Memorial de Isla Negra:
¿Qué fue de la furiosa?
¿Fue la guerra quemando la ciudad dorada
la que la sumergió?
Honda huella dejó en la sensibilidad del entonces joven poeta, esa mujer elemental que tenia el ímpetu, oscuro y cálido, de los monzones de Birmania.
Ella tal vez hasta morir me vio
como detrás del agua ...
Hasta que ya cerró los ojos ¿cuándo?
Hasta que tiempo y muerte
la cubrieron ¿cuándo?
Hasta que odio y amor se la llevaron ¿dónde?
Hoy reposan juntos Pablo Neruda y Matilde Urrutia, bajo el vuelo de los cormoranes de Isla Negra. Delia del Carril murió centenaria; en sus últimos años todavía tomaba los pinceles y pintaba grandes caballos desbocados. Albertina Azocar se casó con el poeta Angel Cruchaga Santamaría y publicó en un volumen las cartas de Neruda. ¿Y Josie Bliss? Tal vez...
Reposa y no reposa
en el gran cementerio de Rangún.
O tal vez en la orilla del Irrawaddy
quemaron su cuerpo toda una tarde
mientras el río murmuraba
lo que llorando
yo le hubiera dicho.
No existen cartas de Pablo Neruda a Josie Bliss, ni de ella a él. Lo más posible es que la muchacha birmana no supiera leer ni escribir. Josie Bliss nunca supo -no debió saber tampoco qué cosa es un poeta- que el pálido joven chileno que le negaba su amor, le entregaba en cambio, la inmortalidad.
María Antonieta y Malva Marina
¿Por qué se casó Neruda el 6 de diciembre de 1930 con María Antonieta Agenaar? En las soledades de Java, el poeta le pedía a Albertina Azócar que fuera a cuidar de su vida. Albertina nunca se decidió a acompañarlo y él buscó a alguien para no estar solo. Mucho después preguntaba: “¿Por qué me casé en Java?”
María Antonieta, hija de holandeses, era muy alta, blanca, bella y lejana, con la lejanía de un idioma que Neruda no entendía. Se comunicaban en inglés. Ella lo amaba, pero tampoco entendía nada de nada. Neruda insistió en que su matrimonio se conociera en Santiago, tal vez como un mensaje de despecho para Albertina. Cuando en 1932 fue a Chile con Maruca (así llamaba a María Antonieta) se reintegró a su vida y a sus amigos y a ella sólo le quedó esperarlo por las noches en la ventana. Lo mismo debió suceder en Buenos Aires y Barcelona. Cuando fue nombrado Cónsul en Madrid, tampoco hay constancia de que la esposa se hubiera integrado al grupo que rodeaba al poeta, en el cual estaban los más notables integrantes de la Generación de 1927. Llegó Malva Marina...
Malva Marina fue un gran dolor para Neruda. Es una sombra pequeña y triste, una niña de nueve años que duerme en un cementerio de Holanda. Su tumba dice: “Aquí descansa nuestra querida Malva Marina Reyes, nacida en Madrid el 18 de agosto de 1934 y fallecida en Gouda el 2 de marzo de 1943”
Neruda escribió entonces “Enfermedades en mi Casa”
Sube sangre de niña hacia las hojas
manchadas por la luna
y hay un planeta de terribles dientes
envenenando el agua donde caen los niños
cuando es de noche y no hay sino la muerte
solamente la muerte y nada más que llanto.
Lo que siguió no se explica fácilmente. María Antonieta Agenaar, regresó a Holanda con la niña y ambas desaparecieron de la vida de Neruda. A raíz del centenario del nacimiento del poeta se habló mucho de esta historia tan triste. Ese pequeño fantasma nos duele a todos.
Cuando nació Malva Marina, el 18 de agosto de 1934, Federico García Lorca le escribió un poema.
Malva Marina, quién pudiera verte
delfín de amor sobre las verdes olas,
cuando el vals de tu América destila
veneno y sangre de mortal paloma!
Quién pudiera quebrar los pies oscuros
de la noche que ladra por las rocas
y detener el aire inmenso y triste
que lleva dalias y devuelve sombras!
El elefante blanco está pensando
si te dará una espada o una rosa;
Java, manos de acero y mano verde,
y el mar de Chile, valses y coronas.
Niñita de Madrid, Malva Marina,
no quiero darte flor ni caracola;
ramo de sal y amor, celeste lumbre,
pongo, pensando en ti, sobre tu boca.
Este poema es de una honda ternura y muy triste. En cuanto a que Neruda le haya escrito poemas a Maruca, tal vez Ángela Adónica, por el “océano blanco” y la mirada “largamente verde”. En “Estravagario” está el poema “La desdichada”, que bien puede ser a María Antonieta por las largas esperas nocturnas en la ventana.
Delia Del Carril
Delia del Carril es "La Hormiguita", esa mujer única que pasó por Bogotá como una ráfaga de luz en septiembre de 1943, compañera de Pablo Neruda en dos décadas trascendentales de su vida y su poesía (1935-1955).
Delia del Carril, vivió dieciséis años del siglo XIX y ochenta y nueve del Siglo XX, pues nació el 20 de septiembre de 1884 y murió el 27 de julio de 1989, cumplidos los 104 años de edad.
Vivió ella plenamente el siglo XX, el más acelerado, cambiante y complejo de la historia de la humanidad. Presenció dos guerras mundiales, la guerra civil española y el golpe del 11 de septiembre de 1973 en Chile. Fue amiga de muchos de los grandes de la literatura universal contemporánea y compañera de uno de ellos, Pablo Neruda.
Están para recordarla las palabras de Neruda en "Memorial de Isla Negra":
Delia es la luz de la ventana abierta/a la verdad, al árbol de la miel,/y pasó el tiempo sin que yo supiera/si quedó de los años malheridos/sólo su resplandor de inteligencia,/la suavidad de la que acompañó/la dura habitación de mis dolores.
Pablo Neruda conoció a Delia del Carril en Madrid en 1934. Su matrimonio con la holandesa, al que lo había impulsado la soledad de Java, estaba ya en triste proceso de disolución, agravado por el nacimiento de la pequeña Malva Marina, condenada de antemano a morir.
Porque a juzgar por lo que yo recuerdo
donde las siete espadas se clavaron
en mí buscando sangre
y me brotó del corazón la ausencia,
allí Delia, la luna luminosa
de tu razón apartó los dolores.
Delia del Carril se enamoró locamente del joven poeta, cónsul de Chile en Madrid. Los veinte años que los separaban no parecían obstáculo en aquel momento. El tenía treinta, ella cincuenta años. A Neruda lo deslumbraron la belleza de Delia, su inteligencia , su cultura, su elegancia de mujer de gran mundo.
Tú del país extensor
a mí llegabas
con corazón extenso, difundido
como dorado cereal, abierto
a las transmigraciones de la harina
y no hay ternura como la que cae
como cae la lluvia en la pradera...
Hija de una familia de alto nivel socioeconómico, ella nació en la estancia familiar de Polvaredas (Saladillo) provincia de Buenos Aires. Cuando tenía cuatro años -cuenta Fernando Sáez en el libro “Todo debe ser demasiado”- un día su padre la trepó a un caballo, le dio a éste un latigazo y la pequeña partió al galope, sin dejarse caer de la montura. Y siguió siempre así. Rebelde contra todo lo establecido y amiga incondicional de las grandes causas que en este siglo han tratado, infructuosamente hasta ahora, de cambiar el mundo.
Su Relación con Neruda
Desde el comienzo de sus relaciones, la actitud de Delia fue apasionada, dominante y maternal. Lino Gil Jaramillo recuerda en su libro ‘Pablocid Campeador’ “la protección amorosa e insomne de Delia del Carril.” Era constante su preocupación, no sólo por el bienestar físico y el comportamiento del díscolo Neruda, sino por su pensamiento, y su ideología, en ese momento era exactamente lo que el poeta necesitaba.
Desde allí
como el aroma que dejó la rosa
en un traje de luto y en invierno
así de pronto te reconocí
como si siempre hubieras sido mía
sin ser, sin más que aquel desnudo
vestigio o sombra clara/de pétalo o espada luminosa.
Delia del Carril brillaba con luz propia en el Madrid legendario de 1935. En su casa se reunían Rafael Alberti, María Teresa León, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre y un poeta a quien ella recordaba después, perdida ya entre las brumas de la edad: "Ese joven cabrero que silba tan bonito". Quería a Miguel Hernández como a un hijo.
Dice Neruda en “Confieso que he vivido” al hablar del poeta cabrero: “Otras veces me hablaba del canto de los ruiseñores. El Levante español, de donde provenía, estaba cargado de naranjos en flor y de ruiseñores. Como en Chile no existe ese pájaro, ese sublime cantor, el loco de Miguel quería darme la más viva expresión plástica de su poderío. Se encaramaba a un árbol de la calle y, desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados pájaros natales”.
Miguel Hernández escribió en la “Relación que dedico a mi amiga Delia”:
Qué suavidad de lirio acariciado
con tu delicadeza
de lavandera
de objetos de cristal...
Delia, con tu cintura hecha para el anillo,
con los tallos de hinojos más apuestos.
La Guerra Civil Española
En julio de 1936 se consolida la relación de Pablo Neruda y Delia del Carril. El poeta se separa y envía a Maruca y a Malva Marina para Holanda. Está próxima a estallar la guerra civil española.
La guerra llegó entonces.
Tú y yo la recibimos a la puerta.
Parecía una virgen transitoria
que cantaba muriendo.
Y parecía hermoso
el humo, el estampido
de la pólvora azul sobre la nieve.
Pero de pronto nuestras ventanas rotas,
la metralla
entre los libros,
la sangre fresca en charcas por las calles...
Más tarde, en 1943 se casaron en México, en un matrimonio que nunca fue admitidio por las autoridades chilenas. Viajaron juntos por el mundo entero. Esos años marcaron hondamente la poesía de Neruda. Las tendencias ideológicas del poeta sólo comenzaron a definirse cuando la fe inexpugnable de Delia en el marxismo las puso en marcha. “Delia es la luz de la ventana abierta/ a la verdad”. Pero el tiempo pasaba, inexorable, marchitando la belleza de Delia.
Y al acercarse la década de los años cincuenta hubo otra verdad para Neruda: el amor de Matilde Urrutia.
Los Años Malheridos
Los años malheridos fueron muchos. Se divorciaron en 1955. Delia murió en 1989, cuando ya habían muerto Neruda y Matilde. Cuentan los biógrafos de ambos (Tetelboim y Sáez) que en sus últimos años Delia había retrocedido en el tiempo. Para ella Neruda seguía vivo y estaba a su lado, olvidados totalmente los años más duros, aquellos cuando aparecieron en forma anónima "Los versos del Capitán".
Fue entonces cuando el poeta vivió una vida doble, que era imposible de ocultar a una mujer de la perspicacia de Delia del Carril. Neruda explica así aquella difícil situación:
La única verdad es que no quise durante mucho tiempo que estos poemas hirieran a Delia, de quien me separaba. Delia del Carril pasajera suavísima, hilo de acero y miel que ató mis manos en los años sonoros, fue para mí durante dieciocho años una ejemplar compañera. Este libro, de pasión brusca y ardiente, iba a llegar como una piedra lanzada sobre su tierna estructura. Fueron esas y no otras las razones profundas, personales, respetables, de mi anonimato.”
En realidad, entre los amigos de Neruda se produjo un verdadero cisma. Había partidarios de Delia y otros justificaban la decisión de Neruda. Es cierto que el gran enamorado necesitaba una mujer -mujer a su medida, no una mujer madre. Entre cincuenta años y setenta el abismo es muy grande. Y Matilde Urrutia fue el amor en toda su magnitud y certeza. A los partidarios de Delia les tocó resignarse.
Dice Volodia Teiltemboim que la separación definitiva partió en dos el mundo nerudiano y enemistó al poeta con íntimos como Tomás Lago, con quien había publicado “Anillos” en la etapa inicial de su poesía. Una amistad de treinta y cuatro años naufragó en la tormenta que sacudió al clan Neruda a raíz de la separación. Delia del Carril se había hecho querer del clan nerudiano. Inclusive una de sus mejores amigas llegó a ser Albertina Azócar, el amor del Pablo Neruda de los veinte años y los veinte poemas.
Después del divorcio en 1955, Delia del Carril volvió a la pintura, que había abandonado… Volvió a tomar clases de grabado cuando ya había cumplido setenta años. Su línea fuerte y decidida recuerda el estilo de su maestro Fernand Leger. En 1975, pese a su edad tan avanzada (noventa años) se empeñó en volver a Colombia y Perú, países que había visitado con Neruda en 1943. Pudo comprobar cuánto se la recordaba todavía. Aún se la recuerda con alegría y cariño. No solamente por las palabras de Neruda o por la imagen visual de sus cuadros, esos caballos inmensos que galopan enloquecidos, como aquel de su infancia en la pampa. También por su inolvidable "resplandor de inteligencia", por su bella figura elegante y armoniosa, por la huella imborrable de dolor y de amor que dejó en la vida y en la poesía del más grande de nuestros poetas.
Delia, entre tantas hojas
del árbol de la vida
tu presencia.
Rosario De la Cerda
Cuando aparecieron en forma anónima “Los Versos del Capitán”, algunos recordaron que el nombre de la destinataria aparecía sigilosamente en el Canto General. En “Que despierte el Leñador” hay una frase: “Paz para mi mano derecha/ que sólo puede escribir Rosario”.... ¿Qué estaba haciendo allí esa frase? Fue Néstor Madrid Malo el primero que hizo pública en Colombia la verdad de que el autor, el Capitán, era Pablo Neruda. ¿Y quién era Rosario?
Matilde Urrutia entró de lleno en la vida de Neruda en 1949, en México. Como el mismo Neruda lo dice, no tenía país ni partido, era la compañera de baile. Mal podía tener partido, uno de sus hermanos perteneció al Partido Comunista Chileno y al ser expulsado se quitó la vida. Después Matilde se lo recordaba con frecuencia a Luis Corvalán. El segundo apellido de la destinataria de las Cartas del Capitán, de los Cien Sonetos de Amor y de una inmensa cauda de poesía amorosa es Cerda. Cantante, bailarina, lejos de las Alturas intelectuales que pertenecían a Delia del Carril, Matilde Urrutia, la “chascona de Chillan”, la “castaña despeinada”, como le decía Neruda, fundó en la vida del poeta y en su poesía una geografía nueva, igual y diferente, porque Neruda no es uno solo y en cada una de sus transmigraciones lo acompaña una mujer distinta.