Nací en una casa donde los libros inundaban las habitaciones. No recuerdo a qué edad aprendí a leer. Solo se que cuando me llevaron por primera vez al colegio, ya leída de corrido. Creo recordar que me enseñaron mi abuela y mi madre.Y que siempre vi a mi padre con algo impreso en las manos. En cuanto a mi hermano, sus libros sufrieron los estragos de mis manos infantiles. Los doce años de diferencia que entonces nos separaban, se reflejaban en la clase y categoría de los volúmenes que yo sacaba de su biblioteca, no siempre con sanas intenciones. Parece que iluminé con crayolas una Divina Comedia ilustrada por Doré....Y de lo que estoy segura es de que la reprimenda no se hizo esperar.
¿Cuál fue mi primer libro? ¿Mío, de mi exclusiva propiedad? En algún momento de mi remota infancia frecuentaba mi casa un caballero español, catalán por más señas,. Se llamaba Don Ramón Badía y era el técnico que mi padre, gerente en ese entonces de las Rentas de Caldas, había contratado para aplicar la fórmula de lo que es hoy el famoso Ron Viejo de Caldas. Una vez terminado su contrato, Don Ramón Badía quiso, al despedirse, dejarle un recuerdo a la niñita que tan amiga suya era. Y salieron los dos, rumbo tal vez al Almacén España, con la idea del buen señor de comprarle una muñeca a la niña.
¿Una muñeca? Al pasar por la vitrina de una librería en la calle de la Esponsión, la niña frenó en seco. En la vitrina estaban dos tomos de "Ben-Hur" de Lewis Wallace. Todavía recuerdo las ilustraciones de las portadas. Eran dos tomos en rústica, de apretada tipografía, que en nada se parecían a los libros infantiles, de letras grandes y dibujos alegres.
También recuerdo el asombro de Don Ramón Badía, cuando se enteró de que el incipiente proyecto de mujer que iba a su lado ya sabía leer. Y como no se trataba de muñeca ni de juguete alguno, compró en la librería la edición de Ben-Hur y escribió, con su alta letra elegante, una dedicatoria que guardé mucho tiempo, hasta que el huracán de la vida dispersó nuestra casa y el libro desapareció.
Después han venido bandadas y bandadas de libros. Recuerdo que mi segundo libro, regalo de mi hermano en una Navidad-cumpleaños, fue "El Mundo de los Gnomos" de Selma Lagerlof. La leyenda de Santa Lucía quedó más tarde reflejada en un poema escrito para mi hija cuando ella tenía cuatro años apenas:
Y esta noche
la corona de llamas de Santa Lucía
en la temprana oscuridad escandinava.
Pero de todos los libros de mi infancia el más amado es "El Fantasma de Canterville" de Oscar Wilde. al punto de que al fantasma le tengo dedicado uno de los poemas del libro "Mis propias palabras". Se llama "El jardín de la muerte" y dice así:
La muerte es un jardín con rosas amarillas.
Siempre amanece o es el atardecer color violeta.
No hay sol de mediodía quemante, hiriente.
En esa orilla de la noche
el aire está poblado de luciérnagas y estrellas.
Allá no estaré sola nunca.
Alguien espera.
Ese "alguien" también vivía rodeado de libros y al lado de los libros vivió y murió, La hija de ambos, haciendo alguna vez caso omiso de que la marea de papel ya amenazaba con ahogarnos, declaró que no había en la casa suficientes volúmenes del admirado, del querido Alejo Carpentier. La respuesta se llama "Siempre cabe uno más":
En cien metros cuadrados
se libra la guerra del espacio contra el papel.
Caen letras impresas del techo.
-Suben por las paredes, saltan, ruedan...
Es la casa tomada por Cortázar,
Borges y Sábato,
Gabriela y Pablo,
la Generación del 27,
a novela, el cuento, el poema,
el diccionario.
Y todavía, Alejo Carpentier,
"siempre cabe uno más"
como en los buses de la Habana.
¿Y de todos los libros, cuál es el más amado? Creo que el libro sin lectores muere y como ya no me queda tiempo de volver a leerlos todos, tengo la costumbre, no de regalarlos sino de darlos en adopción...¿ Serán los menos amados? No lo creo. Pero sí hay algunos de los cuales no sería posible desprenderse, como el libro de poemas de Antonio Machado que mi hermano Gilberto me regaló cuando cumplí diecinueve años. O cierta antología de poesía francesa.... O "La Fábula del Pez y la Estrella" de Antonio Aparicio.
Cierto es que todos los libros, los más amados con amor, son Humo Azul, El Corazón Vacío, Tiempo de un Día, Canción para la Espada, Ha llegado la Aurora, La Doncella, María y el Viacrucis, Oda la Libertad, La Luz y los Laureles y la Selección Poética de José María Vivas Balcázar.
Y los libros de una poeta joven que se llama Ana Mercedes Vivas y que son Verso a Verso, Las Trampas del Amor, Cartas de la Nostalgia, La noche del girasol...
¿El más apasionante de los últimos tiempos? "Camille Claudel" de Anne Delbee. Es el grito desesperado de un genio incomprendido que tuvo forma de mujer. Sus esculturas nos aprisionan los ojos y el alma, mientras la primavera despliega su milagroso escándalo de colores en los jardines del Museo Rodin de París.
* Página leída en la sección "El libro" de la revista Dominical de la Emisora HJCK