En memoria de Isabel O’Byrne
Sucede con frecuencia
cuando estoy recordándote.
Una puerta se abre silenciosamente
¿es el viento?
el ruido de la calle cesa
y se oye un violín. Isabel…
No me contaste finalmente
lo que te sucedió
esa tarde de otoño en Roma
¿te asustaron los gatos?
¿o reíste sonoramente
escandalizando a los feligreses?
Porque fue en una iglesia.
Nunca pude saber más, Isabel.
Recuerdo tu vestido blanco,
tus pies desnudos, tu gesto firme.
Frente al mundo sola
habías encontrado tu verdadero amor,
tu único amor, la música, Isabel.
En donde estás ahora
las cuerdas de la lluvia
con el arco del viento
son tu violín eterno,
Isabel…