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Poetas de Venezuela - Fernando Paz Castillo

Fernando Paz Castillo

En la generación poética venezolana de 1918, Fernando Paz Castillo representa una cifra valiosa. Es un cento finísimo, cargado de evocaciones y nostalgias, donde cada palabra cobra un valor exacto.

Una palabra bella,
Sólo la intacta intimidad de una palabra bella
Me bastaría para la vida.

Parece que el elemento preferido por cada poeta brota de la esencia misma de su personalidad. Hay poetas de los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra. Antes que dividirlos en escuelas o en etapas cronológicas, valdría la pena agruparlos por el elemento predominante en sus poemas. Así en la generación poética venezolana de 1918, Pedro Sotillo sería el poeta de la tierra, Vicente Fuentes el poeta del agua, Angel Miguel Queremel el poeta del fuego y Fernando Paz Castillo el poeta del viento.

El viento es un elemento liberador, que arranca las hojas muertas y deja intacto el árbol de la poesía pura. El aire es el espacio sin cadenas y puede ser también el abismo. Para la poesía venezolana Paz Castillo es un Ícaro a quien no se le queman las alas. Sus horizontes de cielo y sol están intactos.

Tarde lenta y profunda.
Paisaje con dos pinos y un desgreñado cedro
Y la luz de un camino que va a un cielo de plata
hacia armoniosas cumbres ya frescas de luceros.

A la orilla del monte un reguero de casas tan frágiles
que parece que las trajo el viento.
El viento loco se llevó las casas
y las dejó asustadas como un agrupamiento de estrellas.

Los versos de Paz Castillo son “como flautas de pino en los labios del viento”.

“Ahora las luces son las que se han vuelto locas por el viento”.

Hecha también de aire, invisible y real en su intangible esencia, pasa por la poesía de Paz Castillo la mujer que no vimos...

Se alejó lentamente
por entre los taciturnos pinos,
de frente hacia el ocaso, como las hojas y como la brisa
la mujer que no vimos.

Fino poeta venezolano de la generación de 1918, Fernando Paz Castillo entrega su voz a los cuatro vientos, a un horizonte donde la armonía se teje y se desteje en lentos hilos de aire y niebla.