LEVES PALABRAS
En las hojas del libro y en las horas insomnes
todavía tu nombre conduce mis canciones.
Miro serenamente mi cielo gris de ausencia
y pienso en ti sonriendo, cuando la tarde llega.
Ya no espero ni sueño. Pienso en ti solamente.
Eras tu voz, tu frente, tu paso en el silencio
apenas un sonido, una forma o un eco.
Y fue un mar, un lejano despertar de campanas
un lento deshojarse de la rosa en el viento.
Tú decías: El agua tiene cauces cordiales
y los árboles hablan con el cielo distante.
En la piedra y la tierra la verdad está escrita:
la palabra es la espiga y el arado es el signo.
Tu comarca de bruma tiene azules montañas
que adivinan tus sueños y no ve tu mirada.
Abandona tu puerto de esperanzas inmóviles.
¡el amor abre rutas a los cuatro horizontes!
Vive y dice el prodigio de tus manos abiertas.
Yo estaré vigilando tu cosecha de estrellas.
Ya no tendré tus manos, ni tu inquieta dulzura
preguntando a mi sueño por la estrella perdida.
Tu nombre será un largo silencio en mi palabra
y tu rostro, la forma de la nube en el cielo.
Recordaré un perfume de besos y violetas,
prendido con luciérnagas de lluvia en mis cabellos.
Y vendrá el alba fría, con sus trémulas flechas,
a clavar en la cumbre del día mi tristeza.
Has de quedar tu solo, con mi nombre de lluvia
cantando entre los árboles helados y sin hojas
Y mis manos flotando sobre todas las rosas.
Estaré silenciosa y hablaré a tu desvelo
con palabras halladas en el mar de la sombra.
No encontrará camino mi voz entre la niebla
ni evocará ternuras el bronce de la torre.
Pero estaré siguiendo la huella de tus ojos,
el ruido de los pasos del sueño por tu frente
y en medio de la brisa, la forma de tu nombre.