Para obedecer a su vocación de pintor
Paul Gauguin abandonó cuanto tenía
¿será verdad que algo tenía?
y se fue a buscar el rojo sol de las islas.
Un día nos detenemos a pensar
qué hay detrás de la muerte.
Y descubrimos
que la única muerte verdadera
es lo que estamos viviendo.
Cuando se han recorrido tres cuartas
o dos terceras partes de la vida
o nueve décimas
(nadie lo sabe con certeza)
llega un momento
en que el gran escritorio de madera
parece un coche fúnebre.
De pronto comprendemos
que estamos muertos,
sepultados por siglos y milenios
en esos cajones profundos.
Pero resucitar da miedo.
La gente cuerda no entiende
la razón de esta alegría recóndita
de querer sufrir de otra manera.