Vengo a buscar
el tiempo de la infancia
en estas calles altas
que desembocan en el cielo.
El parque todavía está igual
y son los mismos árboles.
Dejan caer sus hojas
hasta las manos de mi padre.
El toma su delgada navaja
y al tallar las hojas
nacen mariposas y estrellas.
La torre de la iglesia
no ha cambiado. Las campanas
tienen la misma voz.
Pero la casa donde nací
ya no existe.
Desapareció el balcón
donde se aferraban
mis manos de tres años
la noche larga del incendio.
Busco otra casa
que ya no puedo reconocer,
envuelta en la maraña
de cemento y granito
que borró el jardín y los muros
que antes fueron blancos.
Ahora viene una niña.
Corre llorando por la calle,
viste el traje blanco y el velo
de su Primera Comunión solitaria.