Lejano campanario de sol entre la lluvia.
Tenían las ventanas –cristal desvanecido-
un horizonte de árboles, de cumbres y de torres.
Las calles alargaban el sueño del camino.
En el tiempo las horas lentamente caían.
Temblaba una luz pura sobre la tierra niña,
la sombra de los sueños velaba una mirada.
Era tan clara y quieta su profunda pupila.
Una frente inclinada sobre espejos futuros,
un libro y una lámpara despiertos en la noche,
arrancando a la sombra la promesa del mundo.
El dolor y el orgullo de romper el destino.
Y siempre el eco incierto de unos pasos heridos
de cansancio, la nieve de una cabeza erguida,
el relato en palabras de sencilla dulzura-
Era el ayer, llevando de la mano mi vida.
Todo aquello en mis ojos, en mi frente, en mi oído.
Todo el amor buscaba mi corazón.
El día despertaba en la tierra con campanas y trinos.