A Inés y Enrique Uribe White
Todo lo que era mío…
La clara voz del padre y el eco de sus pasos
despertando la infancia.
Las manos de la madre,
con su cálido estigma de ternura
sobre la tinta fresca de las cartas.
El rostro del hermano,
ya copiado en el hijo con ríos y cometas
y una lámpara nueva junto a la vieja lámpara.
Mis libros, mi silencio,
la armonía brumosa de las calles,
el parque con su hierba de domingo,
la puerta musical de Santa Eulalia.
La mano conocida, la palabra prevista,
la quietud del encuentro con lluvia en los cristales.
Simple, sencillo, tierno,
¡todo lo que era mío se me quedó tan lejos!