El muchacho de Camerún
se perdió entre la bruma
de la estación francesa.
El amanecer de primavera
suscitaba
presencias transparentes
que danzaban
en las paredes del vagón,
Eran los sueños
del muchacho negro
que no cabían
en el pequeño maletín.
Los sueños
que quedaban atrás
para que no pesaran
en la esperanza.
Sueños huérfanos
que habían llegado
con él desde África.
Árboles de cacao,
bosques de ébanos,
palmeras, lagos…
Una montaña,
el viento de Guinea…
El tren partió de nuevo.
Una palabra
resonaba en la marcha:
Duala…Duala…Duala…*
*Ciudad de Camerún